Chistes de viejos, chiste de ancianos
En el asilo de ancianos, le pregunta un abuelo a otro:
- ¿Por qué golpeaste a tu compañero de cuarto?
- Por abusivo.
- ¿Por abusivo?
- Sí, usaba mis camisas, mis corbatas y mis trajes, y no me importó. Lo que no pude tolerar fue que se riera de mí con mi propia dentadura postiza.
Una viejita va a la cárcel y le dice al vigilante de la puerta:
- Vengo a hacer una visita conyugal.
El guardia le dice:
- ¿Usted abuela? ¿a una visita de esa clase, pero con quien?
- Ah, pues con el que sea, con el que sea.
- (voz femenina) Padre, perdóneme porque he pecado.
- Dime, hija, cuáles son tus pecados?
- Padre, el demonio de la tentación se apoderó de mí, pobre pecadora.
- Cómo es éso, hija?
- Es que cuando hablo con un hombre tengo sensaciones en el cuerpo que no sé como describirlas...
- Hija, por favor, que también soy un hombre...
- Sí, padre, por eso vine a confesarme con usted.
- Bueno hija, y cómo son esas sensaciones?
- No sé cómo explicarlas, por ejemplo, ahora mi cuerpo se rebela a estar de rodillas y necesito ponerme más cómoda.
- En serio?
- Sí, quiero relajarme y quedarme tendida...
- Hija, tendida cómo?
- De espaldas al piso, hasta que se me pase la tensión...
- Y qué más?
- Es como que tengo un sufrimiento que no le encuentro acomodo.
- Y qué más?
- Como que espero un poco de calor que me alivie...
- Calor?
- Calor, padre, calor humano, que lleve alivio a mi padecer...
- Y qué tan frecuente es esa tentación?
- Permanente, padre, por ejemplo, ahora me imagino que sus manos sobre mi piel me darían mucho alivio...
- Hija!
- Sí, padre, perdóneme, pero me urge que alguien fuerte me estruje entre sus brazos y me dé el alivio que necesito...
- Por ejemplo yo?
- Por ejemplo, usted es la clase de hombre que imagino me puede aliviar.
- Perdóname, hija mía, pero necesito saber tu edad...
- Setenta y cuatro padre.
- Hija, ve en paz, que lo tuyo es reumatismo...